Fútbol Profesional

Homenaje a Usuriaga

Palomo eterno

Palomo eterno

A 26 años de su debut con la casaca de Independiente, recordamos a Usuriaga. El colombiano, dueño de una gambeta intratable, dejó una marca muy grande en los hinchas del Rey de Copas.

3 de Abril de 2020

Se presentó la tarde lluviosa del jueves 31 de marzo de 1994. El plantel que dirigía Miguel Angel Brindisi se aprestaba a entrenar. Su alta figura y su tez morena no dejaban que pasara
desapercibido. Entró al vestuario con su timidez a cuestas. Saludó balbuceando hasta que el director técnico lo recibió y lo presentó al plantel que tenía a Islas, Craviotto, Serrizuela, Guillermo
Ríos, Perico Pérez, Moas, Parodi, Ramírez, Gordillo y Gareca como los más experimentados. El Tigre lo conocía de su paso por América de Cali en la década del 80. Le habló en privado y él sólo
asentía con la cabeza. Después se fueron acercando los más chicos como Rotchen, Arzeno, Cagna, Cascini, Garnero, Rambert, Desio y Gustavo López. Enseguida pegó onda con todos con esos gestos
de adolescente a pesar de sus 27 años. Campeón de la Libertadores con Atlético Nacional en 1989 y autor del gol que llevó a Colombia al Mundial de Italia, lo pusieron entre los jugadores más
importantes de la historia del fútbol de su país.


De Alveiro Usuriaga estamos hablando al cumplirse 26 años de su debut en Independiente de ese domingo 3 de abril de 1994. Sí, el gran Palomo. Al que le alcanzaron 63 partidos, 21 goles y tres
títulos en el CAI para ser ídolo. En sus dos ciclos, 94/95 y 96/97, fue un futbolista diferente. Esos que te enamoran en la primera pelota que toca. El colombiano que abrió las puertas de nuestro
fútbol a un montón de sus compatriotas. Un distinto. Adentro y afuera de la cancha. Querible y entrañable.


Se había jugado la primera fecha del Clausura y el Rojo venía de empatar 0-0 con Vélez en el Amalfitani. El próximo rival era River, el campeón del Apertura con Passarella como DT. Con sólo
tres días con sus nuevos compañeros, Brindisi lo mandó de titular. Empezó a ser de las suyas y se fue ovacionado al ser reemplazado con el partido igualado. Después Gareca, tras jugadón de
Rambert, puso el pie derecho para el 1-0 y la victoria. Luego de un par de partidos empatados, llegó la noche del idilio. Fue frente a Ferro (2-0), pero quedó marcado a fuego su golazo tras varias
gambetas y tremendo zurdazo para vulnerar a Burgos. Algunas lesiones musculares no lo dejaron tener continuidad, pero pareció en los tramos finales para ayudar al Rojo salir campeón. Banfield
(4-0), Boca (1-1), Gimnasia LP (5-1 Y Huracán (4-0) lo pusieron en lo más alto de las consideraciones. No sólo por sus goles, casi todos de enorme calidad, también porque era imparable. Así siguió en la brillante Supercopa que terminó en vuelta olímpica frente a Boca. Le marcó cuatro tantos a los brasileños de Santos, Gremio y Cruzeiro (2) en la Doble Visera de Cemento. Siempre parecía con gritos importantes. Abría el partido o su gol lo empareja el resultado. La Recopa en Japón frente a Vélez lo tuvo como protagonista. Se fue a mediados del 95 al Necaxa y volvió con Menotti ya de entrenador en septiembre de 1996. Sus virtudes estaban intactas. Si bien ese equipo no alzó ningún título, el colombiano fue un arma letal en el ataque que tenía a Calderón, Pancho Guerrero, Matute Morales, Nuno Molina, el Toro Acuña y Burruchaga. Fútbol total. Terminado el Clausura 97 su destino como jugador fue por otros lugares de Sudamérica, y también pasó por General Paz Juniors y All Boys.

“Soy Alveiro, con ‘V’ chica”, siempre repetía cuando se le consultaba por su nombre. “U-sú-riaga, U-sú-riaga, U-sú-riaga…”, era el grito de la hinchas y él apenas levantaba su mano derecho aprobando el cántico aunque se moría de vergüenza, que perdía cada vez que arrancaba con pelota y enfrentaba a su marcador o cuando tenía que definir ante el arquero y convertir un gol. Ahí era letal e imparable el Palomo. Y lo disfrutó Independiente.

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