Sólido. Solidario. Soberbio. Tres palabras que definen al Independiente campeón de la temporada 1988/89 de la mano de Jorge Raúl Solari. A 30 años de aquel 25 de mayo, cuando se consagró tras el 2-1 a Deportivo Armenio en cancha de Ferro, brotan los recuerdos de un equipo que dejó su sello en la rica historia del Rey de Copas.

El Indio Solari junto a su cuerpo técnico (Capitano ý Marcovich -AC-, Pacciullo y Cicapolli -PF-), tuvo seis meses duros para armar un conjunto competitivo. Se fueron Islas, Enrique, Marangoni, Reinoso, Barberón, Percudani y Navarro, entre los más nombrados. Con el apoyo de la dirigencia encabezada por Pedro Iso como presidente y Carlos Sola como vice, pudo hacer un trabajo de depuración. Apostó en el recambio a jugadores de renombre como Insúa, Ludueña y Pereira, a otro que venía pidiendo pista como Alfaro Moreno, y más desconocidos como Bianco, Reggiardo y Vázquez. Con la base que le quedó del primer semestre,  le agregó a pibes de las Inferiores. Czornomaz, Osterrieth, Ubaldi, Pepo Morales, Villarreal, Morales Santos, entre los más utilizados. Así fue moldeando una estructura de pierna fuerte y templada en la zaga central (Monzón, Villaverde y Delgado). Dos marcadores de punta como Clausen, con más proyección ofensiva, y Ríos que quitaban y pasaban. Un medio metedor y de juego con Bochini determinante y arriba la capacidad goleadora de Reggiardo y Alfaro Moreno. Costó, sí, pero en la segunda parte del torneo y luego de una derrota con Central en Avellaneda, apareció un conjunto invencible. Fue de menor a mayor para coronarse una fecha antes en Caballito.

Sus 84 puntos en 38 partidos así lo demuestran. Eran tres unidades por partido ganado, los empates se definían con tiros desde el punto penal y al ganador se le daba un punto más. Fueron 22 victorias, 11 pardas con siete definiciones ganadas y sólo cinco perdidos. Metió 58 goles, más de 1,5 por partido y sólo recibió 32, menos de uno cada 90 minutos. El equilibrio justo con dos arqueros que cumplieron como Vargas y el uruguayo Pereira. Le ganó los dos partidos (ambos 2-1) a Boca, que quedó segundo a ocho unidades. Y también a River, 2-1 en el Monumental y 1-0 en la Doble Visera tres días después de la vuelta en Ferro.

También fue el último título de la gran carrera de Ricardo Bochini, el cuarto a nivel doméstico. El Bocha tuyo el apoyo en la zona de volantes de Bianco, Ludueña e Insúa, quienes se alternaban la tarea para ser el nexo con el 10. El Indio Solari fue inteligente ya que lo respaldó para que haga el trabajo de asistidor y de aguantar la pelota pero sin ningún tipo de desgaste. Además, Independiente ganó varios partidos sobre la hora demostrando una preparación física de primer mundo. Corrían todos, metían todos, jugaban todos y ganaban todos. También fue el último torneo de Hugo Villaverde, quien perdió el puesto con Pedro Monzón pero siempre apoyó desde afuera.

A 30 años de la brillante consagración, el recuerdo a un equipo de futbolistas que supieron y defendieron la camiseta con mucho honor. No fue lujoso, pero sí efectivo y justo ganador del torneo.